martes, 18 de diciembre de 2012

Mi vida es un milagro


Manuel Rodríguez Romero
manuelbrr@hotmail.com

 Mi vida en realidad es un milagro de Dios. Será tal vez porque vine a este mundo un seis de enero, en plena fiesta del Niño Jesús, que mi abuelo Manuel celebraba con bombos y platillos en Carata, pequeño caserío de Agallpampa, conocido también como “Puerto de Palos”, por los inmensos bosques de eucaliptos que había y aún hay en la zona.

Mi madre fue auxiliada por una anciana campesina que me ayudó a nacer. Me estaba pasando de hora y a punto de asfixiarme. Volví a la normalidad gracias al aire que producía el aleteo de un sombrero de junco, que la acomedida “partera” optó por agitar. Mi caso no es único, muchos en la sierra nacemos sin atención médica.

Graciela, mi madre, relata que ante la dificultad del parto, rogó a Dios y a la Virgen de la Puerta que nazca con vida. El susto pasó y en agradecimiento me “regaló” o “entregó mi destino” a la Virgen de la Puerta. La promesa de mi madre fue sacarme de “negrito” en cada fiesta del 15 de diciembre. La promesa, claro está, la continué cuando ya tenía uso de razón.

Este testimonio de fe es un ejemplo del poder que irradia la Virgen de la Puerta a quienes creen y tienen fe en ella. Este no es mi único testimonio. Nací bajo el amparo de la Virgen María y mi vida la debo a ella, y por su supuesto a mis padres, a tal punto que desde que resido en Trujillo entró a rezar frente a ella en el céntrico templo San Agustín.

Otro de los milagros fue en 1960, cuando terminaba la primaria en la escuelita religiosa “San José “(265) de Otuzco. El 27 de octubre, en ese entonces y desde el año siguiente (1944) en que fue coronada la Virgen de la Puerta, los fieles solían recordar el solemne e histórico acontecimiento, llevando la imagen de la Virgen de la Puerta desde la ciudad hasta el Desvío, cruce de la carretera a Huamachuco.

Las religiosas de mi escuelita Francisca e Imelda a los escolares nos hacían acompañar la procesión y lo hacíamos a pie, escoltando a la imagen sagrada, que era transportada en el camión del “flaco” Augusto Luján, quien por devoción no cobraba ni un centavo.

Mis padres, Eleodoro y Graciela, como los demás que también optaban por participar de la procesión, sufrieron un retraso, por lo que contrataron una camioneta para que los trasladara al Desvío. El vehículo, debido a un desperfecto en los frenos, estuvo a punto de terminar en un abismo y por un milagro quedó al filo de la carretera y en plena curva. El susto fue tremendo. Nadie se explicó como se detuvo el vehículo.

Muchos creyeron que este hecho era un milagro. Esa vez estuve a punto de quedarme huérfano. Para mi felicidad no fue así. Estas dos manifestaciones divinas, y otras dos de hace poco en que he estado al filo de la muerte, han marcado mi vida y vivo para contarlas a los lectores de SATÉLITE, gracias a la invitación de Víctor Hugo Paredes.

Mi fe y devoción siempre estuvo encendida. En cada 15 de diciembre, con mi corazón henchido de fe y amor a la Virgen de la Puerta, le canté y bailé el pegajoso ritmo de la canción de los negritos hasta que cumplí los 17 años. Hoy los grupos de “negritos” se han multiplicado e incluso han modernizado su melodía.

Los “negritos” se pintan el rostro de negro para simular a los esclavos de antaño que llegaron a las haciendas traídos por insensibles patrones. Largas jornadas tenían que cumplir para ganarse la comida y la supervivencia, hasta que el gobierno de Ramón Castilla dispuso mejores condiciones y trato humano.

El rostro del “negrito” es pintado con betún de zapato y en otros casos con tizne de olla de barro mezclado con vaselina. El atuendo era completado con un sombrero a la “pedrada” con un pequeño espejo, el cotón de lino o yute con pañoleta roja al cuello y una cadena a la cintura.

Los Negritos son los consentidos de la Virgen, seguido de “Los Gitanos”, de Laredo es el grupo más tradicional. Estos dos grupos siguen vigentes. Hasta hace unos 20 años aún se podían observar a las Collas, Los Canasteros, Los Indios, Los Pallos y otros que se han ido perdiendo en el tiempo por la indiferencia y falta de identidad.

Lo que no se pierde es sin duda la devoción a la Virgen de la Puerta, que cada vez se acrecienta y convierte a Otuzco en la Capital de la Fe del Norte del Perú y porque no decirlo del país. Pues no hay fiesta que atraiga a multitudes, como la que se hace en homenaje a la Santa Patrona o “Mamita”, una de las tres imágenes que trajeron los religiosos españoles hace más de cuatro siglos. Las otras fueron la Virgen del Socorro (Huanchaco) y La Virgen de Guadalupe (Guadalupe).

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EL MILAGRO A BALTA

Una historia singular es también la referida a la batalla de “Cushay Majada” en 1867, a los seis años de creada la provincia de Otuzco. Ocurrió al producirse el movimiento revolucionario contra el gobierno del coronel Prado, encabezado por el coronel Balta.

El coronel Prado, para hacer frente a la insurrección de Balta, ordena al coronel Benigno Febres ocupar Otuzco, por lo que Balta toma posesión en el cerro Cushay Majada dominando a las huestes del perseguidor.

El coronel Balta pensó que el triunfo había sido un milagro de la Virgen de la Puerta, por lo que le ofreció obsequiarle un manto bordado en oro, que después cumplió al llegar a Presidente. El manto de Balta, robado en circunstancias extrañas hace poco, era de color perla de tisú, bordado en oro y recamado de piedras preciosas.

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