martes, 7 de junio de 2011

Murió hace 9 años

FERNANDO BELAUNDE TERRY



Arquitecto de la democracia

Manuel Rodríguez Romero

PERIODISTA

Se han cumplieron nueve años de la muerte del ex Presidente Fernando Belaunde Terry. El 4 de junio del 2002 me partió el alma, no solo a mí, a muchos que conocimos en persona al arquitecto. Su humanidad la resumió en alguna oportunidad cuando dijo: “la amistad vale más que la gloria”, recogiendo de esa manera una sentencia del libertador Simón Bolívar.

Conocí a Belaunde en 1961 cuando cursaba el primero de secundaria. Aunque parezca raro, fue en mi natal Otuzco. Uno de los profesores del colegio “Inmaculada Virgen de la Puerta”, Se cree simpatizante de Acción Popular o admirador del arquitecto, nos llevó con uniforme beige, a recibir al líder demócrata, que por entonces postulaba a la Presidencia de la República.

Los otuzcanos, que en su mayoría simpatizaba por el partido de Haya de la Torre, no tuvieron reparos de recibir a FBT. Me acuerdo bien que mi compañero Germán Gordillo Loyola, años después oficial de la entonces Guardia civil, parado en un carro, improvisó una palabras de bienvenida y de afecto al ilustre visitante. El padre de Gordillo era un distinguido dirigente aprista. “Queremos más escuelas, más colegios...Queremos que usted sea el Presidente del Perú”, fue el mensaje del alumno.

FBT, fiel a su devoción católica, se dirigió raudo al antiguo templo para saludar a la Virgen de la Puerta, llamada la Gioconda de América por su belleza- En su mensaje ofreció construir el santuario de la sagrada imagen, que había empezado a ser levantado de piedra labrada de las canteras del río Pollo.

Su carisma y verbo me impactó. Aquella vez ni siquiera soñé que 22 años después estrecharía su mano, hasta dialogar a solas con él por más de 50 minutos en el mar, a bordo del BAP Independencia, en plena ruta de Chimbote a Salaverry. Era octubre de 1983, cuando cumplía mi labor de redactor del Diario LA INDUSTRIA.



El Presidente Belaunde venía de inaugurar el complejo pesquero de Samanco, al sur de Chimbote, a cuya ceremonia fui destacado. Siguió viaje a Trujillo y lo hizo en el buque escuela. Venía acompañado de ministros y de diputados y senadores liberteños, entre ellos Alfredo Santa María Calderón del PAP, que alegó por mí para subir a la embarcación, y Alberto “Toti” Goicochea del PPC.

En el trayecto me acerqué al mandatario sin advertirle que era periodista. Estaba solo en la proa observando el mar. Ahí estaba seguramente pensando en el Perú, compartiendo la intimidad de sus ideales con el mar. Era el mejor momento para abordarlo. No lo desaproveché. Me estiró la mano como si me conociera.

La intención era arrancarle algunos casi secretos y saber quiénes eran sus ministros más allegados. Fue una entrevista informal. La conversación continuaba mientras el Presidente observaba las islas Guañape y la inmensidad del mar. Confesó que le encantaba el mar, que en la inmensidad se unía al cielo.

Ante una pregunta sobre cuántos de sus alumnos de la UNI tenía en el Gabinete Ministerial, me respondió que nueve. Para dejar testimonio de la peculiar entrevista hizo su aparición rauda el reportero gráfico Américo Barriga. Mi plan de incógnita fue develado.

Barriga no se inmutó y entró a tallar en la conversación, pero en forma desafortunada. El Presidente cortó el dialogo, truncando la final de mi entrevista.

“Presidente...usted tiene en Trujillo un alumno malcriado”, le dijo el gráfico refiriéndose al alcalde de entonces Jorge Torres Vallejo, que días antes, en un Forum realizado en el Colegio de Arquitectos de La Libertad, expresó que “si el Presidente Belaunde viene a Trujillo que venga...pero trayendo ofrecimientos concretos y sino mejor que no venga”.

Fue la tercera vez que veía en persona a Belaunde. La segunda fue antes, el 10 de Julio de 1983, cuando llegó a la histórica Huamachuco para inaugurar el obelisco en homenaje a los mártires de la batalla de Purrumpampa, librada en la guerra del Pacífico. Tuve una cuarta oportunidad de volver a ver al “arquitecto de la democracia”, en Julio de 1985 cuando entregaba el mando al electo Alan García Pérez

Fui testigo del don de gente, caballerosidad y simpatía que irradiaba al recibir en el Grupo Aéreo 8 de la FAP a los presidentes extranjeros invitados.

Puedo decir que Belaunde luchó por consolidar la democracia, por el respeto a la institucionalidad y a las leyes, por la libertad de expresión, por una integridad moral, que es uno de los legados más importantes que tenemos que seguir, sin excepción.

El Perú, hace nueve años, perdió al patriarca, al hombre de la bandera, al luchador social, al paradigma de lademocracia. El mejor homenaje que podemos ofrecerle es una sincera reflexión para seguir sus enseñanzas, valores y principios para lograr la democracia que aspiramos los peruanos.

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